El peor invento el mundo

Desde siempre he tenido problemas con los despertadores. De pequeña todavía no lo sabía. Era mi padre quien me levantaba cada mañana, me vestía y me llevaba hasta la cocina para desayunar. Si acababa rápido, podía ir al sofá a continuar durmiendo o a ver la tele, hasta que mi padre salía del baño y tenía que ir a lavarme la cara y peinarme.

Fui creciendo y llegó ir a la ESO. Aquí también me despertaba mi padre, y algunas veces mi hermana, los días que entraba a la misma hora que yo, e íbamos juntas.
En bachillerato, aprendí a dormir sólo los fines de semana. Jajajajaja. En verdad, no sé cómo lo hacía para levantarme tan pronto para estudiar (sólo algunas veces, yo soy más de quedarme hasta las tantas para estudiar y levantarme para ir al examen). Por el estrés, los nervios, las ganas de salir de aquél sitio, yo que sé. El caso es que me levantaba muy pronto.

Había días (o más bien todos), que me ponía un despertador de aquellos antiguos, de los buenos, esos que asustan cuando quieres probar cómo suena la alarma. Lo colocaba en la otra punta de la habitación, para así tener que levantarme de la cama a pararlo, sino no había manera.

El problema de ese despertador era el ruido, no sé si tiene algo que ver que fuera de cuerda, pero durante todo el día hacía un sonido horrible. Cada vez que la aguja de los segundos se movía se oía un “TOC” y lo peor es que el segundo se dividía en dos movimientos, era algo como: “TOC TOC” “TOC TOC”. Espantoso. Pero al tener tanto sueño ni lo oía, y al final me acabé acostumbrando.

Cuando hice la selectividad y empecé las queridas y ansiadas vacaciones lo guardé en el cajón para no oírlo, hasta que se le acabara la cuerda. Y todavía continúa ahí.

Triste y abandonado

Ahora todo es diferente. Las clases las tengo por las tardes, y rara vez me toca prácticas por la mañana. Por lo que la última en despertarse de casa soy yo. Y eso es un problema. Al principio estaba bien, me levantaba cuando quería y cuando me parecía me preparaba para ir a casa de mi abuela a comer y luego ir a clase. Pero siempre así, no se puede estar. No me gusta perder toda la mañana durmiendo, aunque me cueste, también me gusta madrugar.

Ahora para levantarme pongo el despertador del móvil. Y tengo un problema, no lo oigo. Bueno, si lo oigo, pero lo paro y me duermo (lo que pasa es que hay días que me acuerdo que lo he parado y he continuado durmiendo y otros no).

He probado todo, ponerlo en la otra punta de la habitación (no lo oigo), poner cantidad de horas para que suene (lo paro sin problemas las veces que sean) y nada. Sólo me queda cambiar la canción de la alarma. A ver si va a ser que mi cerebro se ha acostumbrado a la cancioncita y ya no responde.

Las horas en las que tiene que sonar la alarma. (No miréis raro, ya sé que algunos desearían despertarse a esas horas, jajajaja. Pero ya he dicho, tengo un problema (y las clases de tarde me lo han solucionado, ¡gracias! Jajajaja)

Me voy a dormir, y a ver a qué hora me levanto mañana u hoy (1:41, si también tendría que empezar a ir a dormir más pronto)