Ya me queda menos. Dos días y acabaré con este trabajo. Qué bien me siento al pensar que hoy es mi día de fiesta, que voy a poder hacer lo que quiera sin estar pendiente del reloj. Y después, dos días y ya está. Parece que desde que di la carta de mi despido voluntario los días pasan mejor, por la costumbre o saber que ya me queda nada para salir de ahí.
Cada día pasa algo, ya sea alguna anécdota con los clientes o la mala organización de la empresa, esperas para pasar el código…
Los días que tengo ganas escribo algunas de las cosas que me han sorprendido o me han pasado con los clientes.
Es increíble lo que se ve de cara al público.
Una de las anécdotas que tengo escrita es de un día que vino una madre con su hijo a comprar una planta. Una vez paso el código, la señora me pregunta si tengo celo para quitar el precio de la maceta. Le digo que no, que en la caja no hay.
(Inciso: en la empresa donde estoy son tan miserables que no dan ni una botella de agua para el empleado, ni aún con un horario de nueve horas, por lo que tener celo en caja es impensable). A lo que la señora, medio enfadada me dice con cara de “chica tu eres tonta y no te enteras” ¿Cómo que no hay celo en la caja para quitar el precio?, pero bueno, es la primera vez que lo oigo. ¿Y cómo quito yo ahora el precio? Sabes, esto es para regalar, ¿tú crees que yo lo voy a llevar con el precio puesto?
*A ver señora, a mi lo que haga con la planta me importa una mie***, pues si no hay celo lo arranca con los dientes.
Pues no hay celo en ninguna caja.
Mientras tanto el hijo le dice a su madre que ya intentará quitarlo con la uña. Pero la mujer no, ella seguía diciendo que era increíble como una cajera no tenía celo para quitar los precios de los productos, y que fuese yo la que lo quitase.
*Si quiere vaya al pasillo donde hay celo, lo compra, lo guarda en el bolso y así podrá quitar todos los precios que le de la gana. (Inciso: Sé que hay tiendas que si tienen celo y que envuelven con papel de regalo, pero en donde estoy yo no. Aún gracias de que en la caja que nos toque funcione la pistola de marcar precios y los clientes no tengan que levantar grandes pesos del carro)
Parece una tontería, pero la mala gana que se te pone no te la quita nadie.
También (pocas, pero algunas vez) hay historias graciosas.
Unas de ellas fue un día que vino una madre con su hija de unos 4 o 5 años, muy espabilada ella. A mí me había tocado una caja que no funcionaba la cinta (malo), con lo que a los clientes les tenía que pedir que me ayudaran a acercarme la compra. Cuando se lo digo a la madre, ella me va ayudando, pero la hija se queda delante mío mirándome fijamente. A lo que suelta: ¿No te da vergüenza?
La miro, sin entender nada y le pregunto qué es lo que me tiene que dar vergüenza.
¿No te da vergüenza ser la única a la que no le va la cinta de la compra?
¿Eeeeeeehqué? Jajajajaja, no sé si me reí por lo cansada que estaba de que todo fuese mal, porque hasta la niña se dio cuenta de que aquello no era normal o no sé. Pero en ese momento me hizo mucha gracia.
*Que razón tiene la niña, pero vergüenza a mí no me da ninguna, esa es la imagen que da la empresa, yo no, aunque no se vea así. Más vergüenza me da hacer esperar a los clientes por una tontada como que el código no esté actualizado o que no me cojan el teléfono en atención al cliente y después digan que el cliente es lo primero, que hay que ser amables, positivos, blablabla. Son los primeros que no los cumplen, no les importa nada y bien lo demuestran. Eso sí me da vergüenza.
¡Pero cállate la boca! - le decía la madre – que no es culpa suya. Pero la niña ahí seguía con la duda.
Qué ganas de que sea sábadoooooooooooooooooooooooooooooo.
*Esto es lo que pensaba mi cerebro, pero que no llego a salir de mi boca.